Todos estamos sobradamente informados de la crisis alimentaria que azota a la humanidad, así como que se ha llegado a tal extremo de que en menos de dos años la globalización ha generado 100 millones más de desdichados ciudadanos hambrientos.Nadie debe dudar que si China e India demandarán una gran cantidad de alimentos y especialmente de cereales, estos subirán en el mercado de forma desorbitada. Hablamos de algunos miles de millones de habitantes. Ellas podrán invertir parte de sus reservas económicas, pero otros muchos países no. Más aun, en otros Estados en los que a duras penas se pudo superar la primera crisis global alimentaria, esta vez posiblemente no lo consigan debido a la económica.Y no hablemos ya de las desastrosas consecuencias medioambientales de la agroenergética: pérdida de biodiversidad, deforestación, contaminación por agroquímicos, e incluso incremento de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Justamente todo lo contrario que de lo que alegaban los biofuleros,Por ejemplo, deforestar bosques primigenios en Borneo sobre suelos turbosos de varios metros de espesor significa emitir a la atmósfera una cantidad de gases de invernadero que no puede justificarse desde ningún punto de vista, por cuanto las cosechas que palien tal brutalidad tardarán, en el mejor de los casos, varios decenios en compensar la cantidad ingente que ya es un hecho en ese paradisíaco lugar Y todo ello sin contar con la contaminación que generan y la consabida e irreversible pérdida de uno de los escasos tesoros que permanecían sin apenas ser explorados.Entre el problema del cambio climático y la crisis financiera todo el mundo anda un tanto aturdido. Sin embargo, todos los días nos llegan noticias que me hacen temer un nuevo tsunami alimentario. Obviamente las más preocupantes, desde un punto de vista global, proceden de sendas sequías que padecen la India y China.
domingo, 15 de noviembre de 2009
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